miércoles, 22 de marzo de 2017

La Caja de Pandora.


Los campos de fútbol se parecen cada vez más a uno de los mitos clásicos que más me gusta: la caja de Pandora. Una olla a presión donde se cocinaron en la antigüedad todos los demonios del mundo formando un caldo bien cohesionado. Hoy, los hinchas, ultras y revolucionarios de los estadios de fútbol están aportando una gran cantidad de mierda a esa olla. Lo que sucedió el otro día en Mallorca, donde unos padres se comportaron como basiliscos partiéndose las cervicales unos a otros, forma parte de las crueldades hispánicas que se ciernen sobre el césped cuando se abre la caja de Pandora. Sin rabo y coronados de oro seguimos siendo los mismos monos que una vez fuimos, pero depositarios de una mayor crueldad y violencia. Quizá el truco está en que cada espectador cierre bien su propia olla y mantenga la presión controlada durante los 90 minutos que dura el partido. Después, de camino a casa, puede ir soltando su furia a base de cabezazos sobre las aceras hasta dejarse los sesos en los parterres del camino. Vomitar su higadillo y despotricar en solitario contra Prometeo para mayor gloria de Zeus puede ser una terapia muy sana. En la época actual sucede que la mierda se ha convertido en un ingrediente más de la caja de Pandora, y no cesará de alimentarse a sí misma hasta que cada uno aprenda a controlar la presión de sus demonios. Desde que Tales de Mileto muriera aplastado por una avalancha en un estadio contemplando una prueba de gimnasia hasta nuestros días nada ha cambiado. Prueba de ello es que si, ahora mismo, enterráramos a esos padres en estiércol sin duda serían devorados por los perros al confundirlos con la propia basura.





Cristina González Moya

Por y Para Aranjuez Magazine.

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