sábado, 20 de mayo de 2017

AZORÍN Y EL NIÑO

El Niño de la espina
Dibujo original realizado por J.R

Llegó desde los mares de Grecia con una espina clavada en la base del pie. Como un corredor de fondo se entregó al dolor de su carne para cumplir una noble misión encomendada por el Senado. No había cometido que no estuviese a su altura y por ello dio gracias a los dioses.
Por el camino perdió la cinta roja que, atada a su frente, le sujetaba los mechones a las sienes e impedía que el sudor se le colara por los ojos.
Terminada la misión detuvo la cadencia de sus zancadas infantiles para descansar todo el peso de su esfuerzo.
En el Jardín de la Isla del Real Sitio y Villa de Aranjuez tomó asiento aquel niño y se agarró a su pie como una boya de salvación para extraer, con la yema de los dedos, todo el dolor acumulado en el camino.
Durante mucho tiempo permaneció así: concentrado y pensativo y tratando de arrancar la espina de su carne, preguntándose de vez en cuando a qué Dios inmaterial se ensalzaba con la belleza de  los mármoles y bronces que lo rodeaban.
Frente a él, años más tarde, el niño vio pasar por lo jardines a un hombre que blasfemaba por lo bajo todo su pesar por no haber sido admitido en la Real Academia de la Lengua durante dos años consecutivos. El hombre se dirigía a la Fiesta de las Letras que se celebraba en su honor.
Se llamaba Azorín.
Con aquel homenaje, Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez trataban de arrancar una espina que no era sino un abominable insulto a las letras: un aguijón clavado en el centro de la intelectualidad a uno de los suyos.
Todavía hoy, en la que fuera ciudad de reyes, hay un niño compartiendo espinas con Azorín. Ambos hablan de ruinas etruscas y de un abuelo campesino sentado en el tronco de un olivo de Viterbo. De vez en cuando interrumpen sus conversaciones para ser testigos de cómo Patrimonio Nacional  se comporta como los ciegos de Esquilo.
Hay días en los que Aranjuez amanece con una obra de bronce o mármol menos. En su lugar han puesto otra idéntica hecha de cartón piedra.
Ninguna ciudad se merece semejante expolio. El escritor y el niño lo saben y confluyen en la cúspide de sus inteligencias sensibles. Y es allí donde ambos desean que los primeros rayos de sol alimenten un humus fermentado que haga crecer  setas de cabeza escarlata y sustancia venenosa en todos los parterres. Si Patrimonio las roba podrá darse de bruces con la misma lógica de muerte a la que está sometiendo a los jardines de palacio. Mientras esto ocurre, un humo de paja es la sustancia que conforma toda la tragedia.











Escrito por Cristina González Moya
Exclusivamente para el grupo Por y Para Aranjuez Magazine

viernes, 5 de mayo de 2017

LOS ÁTOMOS DE VERTUMNO








 Si uno desea purificarse moralmente no necesita escarbar como lo hacen las ovejas para encontrar las raíces de su alma. Pasear por los jardines de Aranjuez es como hacer una escapada al interior de uno mismo. Se puede, por ejemplo, utilizar los primeros rayos de sol y aprovechar su luz de harina para detenerse ante el dios Vertumno. Apreciar los dos perfiles de su cara es un deleite muy sencillo. La ambigüedad de su rostro forma también parte del paisaje. En su lado femenino está toda la dulzura de aquellas ninfas desnudas gimiendo de placer o de nostalgia. En su masculinidad se ve a un joven reaccionario que contempla la vida bajo el impulso universal de su espíritu abierto. 

He sido consciente de este hecho hace unos días. Y me he dado cuenta de que miramos demasiado tiempo fuera de nosotros mismos, intentando, quizás, encontrar señales de belleza  que provienen de otras galaxias. 



¿A qué viene tanta búsqueda? 

En la Galaxia de Andrómeda o en La Gran Nube de Magallanes no hay más que ecuaciones matemáticas y agujeros negros. 
Toda la armonía del universo está aquí: en los frutos, en la vegetación, en las estaciones y en sus cambios,  en los erizos de mar en enero... Vertumno sabía mucho de estas cosas.  Ya sólo queda detenerse en la imparcialidad de sus cambios. Tal vez sea ésta la única forma de purificar hasta el último de nuestros átomos.




Escrito por Cristina González Moya
Por y Para Aranjuez Magazine

miércoles, 22 de marzo de 2017

La Caja de Pandora.


Los campos de fútbol se parecen cada vez más a uno de los mitos clásicos que más me gusta: la caja de Pandora. Una olla a presión donde se cocinaron en la antigüedad todos los demonios del mundo formando un caldo bien cohesionado. Hoy, los hinchas, ultras y revolucionarios de los estadios de fútbol están aportando una gran cantidad de mierda a esa olla. Lo que sucedió el otro día en Mallorca, donde unos padres se comportaron como basiliscos partiéndose las cervicales unos a otros, forma parte de las crueldades hispánicas que se ciernen sobre el césped cuando se abre la caja de Pandora. Sin rabo y coronados de oro seguimos siendo los mismos monos que una vez fuimos, pero depositarios de una mayor crueldad y violencia. Quizá el truco está en que cada espectador cierre bien su propia olla y mantenga la presión controlada durante los 90 minutos que dura el partido. Después, de camino a casa, puede ir soltando su furia a base de cabezazos sobre las aceras hasta dejarse los sesos en los parterres del camino. Vomitar su higadillo y despotricar en solitario contra Prometeo para mayor gloria de Zeus puede ser una terapia muy sana. En la época actual sucede que la mierda se ha convertido en un ingrediente más de la caja de Pandora, y no cesará de alimentarse a sí misma hasta que cada uno aprenda a controlar la presión de sus demonios. Desde que Tales de Mileto muriera aplastado por una avalancha en un estadio contemplando una prueba de gimnasia hasta nuestros días nada ha cambiado. Prueba de ello es que si, ahora mismo, enterráramos a esos padres en estiércol sin duda serían devorados por los perros al confundirlos con la propia basura.





Cristina González Moya

Por y Para Aranjuez Magazine.

sábado, 18 de marzo de 2017

Resonancia magnética





Nada tengo contra los hombres y sus comentarios sexistas. Sinceramente no me afectan. El odio es una pasión que arrasa por dentro. Afirmar que las mujeres deben ganar menos porque son inferiores a los hombres me obliga a reflexionar sobre la seducción, los sueños y el humor perdidos. La locura es una corona que sienta muy bien en la cabeza de los jóvenes, pero cuidado, nada hay más patético que un viejo loco, y mucho más si es un político pasado de época que busca la resonancia mediática dando estocadas machistas. A cierta edad, la única resonancia favorable es la magnética, que se utiliza para detectar algún deterioro interior del cuerpo. A veces sucede que un hombre cree que es cólera contra las mujeres lo que en el fondo solo es odio al contemplarse a sí mismo tan viejo y deteriorado en el espejo.
 
 
 
 
 
 
 
Cristina González Moya
 
Por y Para Aranjuez Magazine

miércoles, 15 de marzo de 2017

Estofado de versos.




Me pregunto si el poeta tonto existe. En ese caso, cualquier crimen suyo tiene perdón. Presenta siempre una última veladura donde el verso más abyecto refleja su aspecto humano. Todas las mañanas, cientos de estrofas inundan mi espacio privado en esta red social haciendo saltar por los aires mi paciencia. Machados y Esproncedas de última generación me están asesinando con su deslumbramiento neurológico; me han tomado por una opinante de oficio y se han lanzado en picado a zarandearme en el guirigay de sus versos. ¿La lírica se ha convertido hoy en una perra que va por la calle mordiendo a todo el que se deja? Pese a todo, si alguien quiere saber en qué consiste su poesía absoluta o metafísica le ruego que no me pregunte a mí. Mi consejo es que se la haga llegar a don Francisco José Marín Perelló, historiador que estuvo encargado de encontrar los huesos de Cervantes. Basta con que este académico los acerque a al fosa común donde se supone que están enterrados los huesos del escritor. Aquellos restos que se retuerzan, los que salgan huyendo despavoridos por el claustro de las Trinitarias, serán, sin duda, los huesos de Cervantes. Ya podéis despejar vuestra frente de laureles y de dudas, e incluso preparar un buen estofado de poemas. Pronto o tarde, mejor o peor, pero un verso detrás de otro han de ser arrojados a la olla de forma inexorable. 
 
 
 
 



Cristina González Moya
 
Por y Para Aranjuez Magazine.

lunes, 13 de marzo de 2017

Chez Jacques de la Merde...




Hay alimentos que, servidos frente al mar Mediterráneo, tienen su propia melodía. Qué bien suena un arroz a banda, una paella de verduras, un pastel de berenjena o un estofado con laurel; qué lírica en los higos, uvas, naranjas, granadas y melones. Son productos naturales que deben quedar escritos sobre las cartas de los restaurantes sin más mejunjes literarios que rompan su sustancia natural. Circula por las redes sociales un tal Chef Jacques de la Merde que presenta una curiosa colección de platos. Una cocina de impacto visual que a primera vista es muy refinada si uno pretende comer con los ojos. No obstante, cada uno de estos platos está elaborado con ingredientes chatarra. Sin duda hay sibaritas que prefieren estos alimentos porque les hace parecer muy modernos, aunque les produzca digestiones muy pesadas e incluso corran el riesgo de morir envenenados. Habrá que llevar cuidado con este Chef y su Merde. Por mi parte no hay mayor refinamiento que comer cosas sencillas condimentadas con una buena dosis de hambre para encontrarse con Platón en su banquete y reconciliarse con la vida.


Cristina González Moya

Por y Para Aranjuez Magazine

sábado, 11 de marzo de 2017

Nuestras madres












"En aquellos adorables años, cuando los chatarreros compraban por las calles hierros, colchones y somieres, ellas fueron el combustible de la hoguera de las vanidades, y entre su lencería reinó toda la música de Bach. Con la compra de los primeros utilitarios, electrodomésticos, televisores, bikinis y demás detergentes rompieron las costuras del régimen y conquistaron para nosotras una eucaristía muy pura que constituye hoy todo el sustrato de nuestra libertad" 








Cristina González Moya

Por y Para Aranjuez Magazine.